Despierto, el cuadro de enfrente me enfrenta
desafía a mis ojos con sus colores desteñidos
un recuerdo pasa que se reflejaba en tu piel temprana;
amanecer de luz cálida en tinta y sal.
Despiertas a media luz en madrugada,
la pared te observa y te responde entre ecos,
tinta y sal va, se esparce en tus reflejos de media luz,
se desprende tu recuerdo y sin darte cuenta te abraza en
ecos de silencio.
Camino en la acera, gentes desiertas que no ven y te llevan,
se dejan esparcir por el viento sin saber dónde caen;
vientos y ruidos que se atrapan y nos envuelven;
manos en los bolsillos y cabellos despeinados.
Caminas sin andar con mirar
a medias entre la brisa y silencio,
tu mirada fija, los pies en el aire y tus cabellos
extendidos,
el viento acariciando tus labios esos tus labios que fueron míos.
Observo el horizonte entre el mar, el cielo y el camino,
tus espacios se acercan y se alejan, yo las persigo
Sin importar sino las alcance y sin que te enteres, yo las
persigo.
Despertamos, tú enfrente la pared opaca por el tiempo
y yo frente
al cuadro desteñido,
nos quedamos en silencio, observando aproximando algún recuerdo,
en diferentes tiempos, en distintos ambientes, en aires
desligados,
en silencios ajenos, entre versos de voces calladas,
a tientas de la memoria de
nuestros dedos,
en universos distintos, entre universos paralelos.